1.11.07

In Vino Veritas.


Soy un intelectual fracasado. Un idiota con pretensiones.
El alcohol, como desinhibidor se reduce a un placer trivial en mí. Soy incapaz de realizar esa comunión humana que produce su intoxicación. No importa la cantidad ni las circunstancias, el efecto es el mismo: la depresión, la abulia.
Me encuentro un tanto embriagado. Hablemos de mí. Tengo 20 años. Mi neurosis alcanza enormes proporciones supongo. Soy mexicano, ergo mediocre.
Conozco a una chica. Mi desideratum es su cuerpo. Ella, bastante más instruida en la vida, sabe lo que quiero: Con pleno gozo en su sadismo, me lo niega. El deseo me atormenta; es hermosa. Conserva todas aquellas cualidades necesarias para engañar a un hombre, sin embargo es un ser prosaico, estúpido. Y sin embargo tan superior a mí.
La mayoría, a mi edad conoce, sabe. De una u otra forma ha alcanzado ese éxtasis ilusorio. El cuerpo humano no es una incógnita para ellos. Lentamente me convenzo de algo> Soy diferente, extraño, mantengo todas las abyectas características de un espíritu vil. La singularidad no aporta cualidades positivas a mi ser.
Por supuesto conozco mi error: Me rebajo por su amor. Pido a desesperados gritos ese asqueroso anhelo: Su sexo. No es culpa mia, la necesidad me forza a actuar irracionalmente.
Estoy seguro no conseguiré nada, ni esta vez, ni nunca. Cada mujer que conozco reconoce en mí la decadencia. Se limita a jugar conmigo y a pesar de la lástima o compasión que inspiro me evita, tras cierto período, metódicamente. No habrá diferencia con ella.

Estoy harto, imploro por una bala en mi temporal izquierdo, que destrocé un hueso y desgarre un par de músculos. Nada más.


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