17.10.07

Eros.



La irresoluble perversión del ser es eterna, inmutable.
Nacemos malditos.


Amor, Sexo: conceptos íntimamente relacionados; atroces y sublimes a un tiempo.
El amor, por una parte es comúnmente idealizado. Considerado como un sentimiento in abstracto, se le atribuyen comúnmente las mejores características posibles. A lo mas, se le otorga la cualidad de trágico (lo trágico siempre es bello). Al mismo tiempo, bajo una mirada objetiva se le pueda reducir a una hortera sensación, a una necesidad o a un placer… Ahí entra en juego el sexo. Ambivalentemente se confunden y se mezclan los conceptos. Un poco más mundano, el sexo suele ser menos complicado. Es reducido a un simple acto, que sin embargo es muy posible sea la cúspide del amor, su consumación.


Es imposible imponer condiciones, la sexualidad humana tiene carácter de ubicua, solo siendo un asceta consumado (se rumora) es posible trascenderla. Para el hombre medio, la sexualidad se le presenta irreversible y constante, como un problema o un castigo, peor aun… como una necesidad. La mayoría sin embargo enmudece y disfruta.

Mientas uno se encuentra solo es bastante sencillo satisfacer las necesidades físicas. Fuera de la soledad empiezan los problemas. La sociedad exige al adulto promedio una pareja. ¿Qué mejor? Envilezcámonos.

“Toda inclinación tierna, por etérea que afecte ser, sumerge todas sus raíces en el instinto natural de los sexos, y hasta no es otra cosa más que este instinto especializado, determinado, individualizado por completo. […] Pues no se trata más que de una cosa muy sencilla; sólo se trata, de que cada macho se ayunte con su hembra.” Schopenhauer

Instigándonos a cometer otro error, la libido siempre presente, atormentándonos, envenenándonos con pasión por la vida, nos encadena al samsara, nos obliga a cometer el más mortal y despreciable de los pecados: la procreación de un nuevo ser.

[Avoir commis tous les crimes, hormis celui d'être père. Cioran]

Freud y la corriente psicoanalítica presentan al sexo como el factor volitivo esencial.
“La conducta sexual fluye desde las profundidades de nuestra naturaleza, […] es el núcleo central de la voluntad”
El amor según esta concepción no pasa de ser una mera degeneración del instinto primario. El egoísmo tiene en cada hombre raíces tan hondas, que los motivos egoístas son los únicos con que puede contarse de seguro para excitar la actividad de un ser individual. Cierto es que la especie tiene sobre el individuo un derecho anterior, más inmediato y más considerable que la individualidad efímera. Sin embargo, cuando es preciso que el individuo obre y se sacrifique por el sostenimiento y el desarrollo de la especie, le cuesta trabajo a su inteligencia, dirigida toda ella hacia las aspiraciones individuales, comprender la necesidad de ese sacrificio y someterse a él en seguida. Para alcanzar su fin es preciso, pues, que la Naturaleza embauque al individuo con alguna añagaza, en virtud de la cual vea, como un iluso, su propia ventura en lo que en realidad sólo es el bien de la especie. El individuo se hace así esclavo inconsciente de la Naturaleza en el momento en que sólo cree obedecer a sus propios deseos. Una pura quimera, al punto desvanecida, flota ante sus ojos y le hace obrar. Esta ilusión no es más que el instinto. En la mayoría de los casos representa el sentido de la especie, los intereses de la especie ante la voluntad. Pero como aquí la voluntad se ha hecho individual, debe ser engañada, de tal suerte, que perciba por el sentido del individuo los propósitos que sobre ella tiene el sentido de la especie, el impulso de la vida.

Sin embargo, a pesar de todas las evidencias, seguiremos buscando. El amor, o su simple alusión, ejerce sobre nosotros la mas grande y mayor influencia conocida. Es el factor esencial de toda existencia, la verdadera farsa: aquella verdaderamente insuperable.

No hay comentarios: