18.9.07

Misantropismo.


he thought, D.D. What is D.D., and he asked
and they told him it meant Done Damned
Light in August
William Faulkner



No es que odie al humano promedio, empero me desagrada. Soy incapaz de desarrollar empatia naturalmente; necesito de un catalizador que excite mi egoísmo, que incite mi grotesco interés. Fuerzas subconscientes definen mi personalidad; oscuras, terribles, incontrolables provocan mi hastió. Personas aquí, allá, por todas partes. Inútiles y absurdas, complacientes en su fracaso. Inconscientes, talvez, de su mediocridad, recordándome la mía. ¿A que espantoso lugar he caído? Ambivalente el dolor y la gloria se mezclan.

La desilusión de la vida, de los hombres, de mi mismo, me fue revelada tan pronto; no había solución alguna: sería un infeliz. Trate de negar mi destino, y sólo logre negarme. Rápidamente la desilusión se transformo en desidia, y después en simple indiferencia. No merezco su compasión, -en el fondo me encuentro en placida complacencia conmigo mismo- ansío su desprecio...


Tu situación es abominable –me decía a mi mismo-, pero no puede ser otra; no tienes otra salida; no podrás cambiar nunca, porque, aunque tuvieras el tiempo y la fe necesarios para ello, no querrías convertirte en otro hombre. Por otra parte aunque quisieras cambiar, no podrías. ¿En que otra cosa te convertirías? ¡Quizá no hay ninguna! Fedor D.




16.9.07

[desechable, instrancendente, transitorio]


La vida siguió así, y no era peor que otras vidas.




Una bitácora. Efímero recurso contra el olvido y el tiempo.

Apáticos días transcurren sin variaciones, indistinguibles. Siguiendo un curso no definido, asfixiándome en indolencia pura. Uno y otro, todos siempre el mismo. El mundo girando inexorablemente absorto en ideales, objetivos y mentiras casí justificables, colapsando, precipitándose en aceleración constante a mi alrededor con furia cada vez más frenética, mientras yo, yo permanezco en paz absoluta, en insoportable calma.





15.9.07

El deseo inconsciente es inmortal.

y si te quiero, ¿qué te importa?
Goethe.

La libido ahí, siempre presente; desmintiendo, fastidiando todas nuestras idílicas pretensiones. Recordándonos la vulgaridad animal de nuestro deseo, rebajándonos al éxtasis lubrico de dos soledades amandose.